Llegábamos buscando nuestra butaca entre gitanos de La Fama, envueltos en bufandas elegantes y trajes oscuros; y por delante nuestra solo nos quedaban la familia del clan Farruco, daba miedo respirar.
Aguardábamos que apagaran las luces, mientras observábamos como el auditorio se llenaba hasta la bandera para ver a un maestro, al heredero encargado de perpetuar su estirpe. Se escuchaban detrás del telón el sonido de zapateados calentando, nervios y mas nervios.
Se abre el telón, el cuadro de música de acompañamiento era bastante sencillo: piano, violín, guitarra, percusión, dos voces masculinas y dos femeninas. No había nada mas allá. Sale a escena su primo "Barullo", y la gente jalea. Se esperaba. Reaccionaron de la misma forma cuando salió su hermano pequeño "Farru".
Llega el momento, nadie sabe por donde sale ni por donde entra, lo hizo por la primera calle del escenario, pegado a la primera fila, se me acelera el corazón. Allí estaba, frente a mi, se acercó al borde del tablao para saludar, no podía estar pendiente de otra cosa que no fuera él. Aún me acuerdo y se me saltan las lágrimas… solo pude decir con los labios entre abiertos: “vamos maestro” y él con la mano en el corazón marcando el compás se le podían leer los labios, como decían… GRACIAS.
El espectáculo no era nada como se esperaba según el programa, si era como los que lo conocen se imaginaban. No hubo seguiríya, hubo bulerías. No hubo fandangos, solo casi al final. No hubo sevillanas, otra vez bulerías. Mientras transcurría el tiempo se le veía cómodo y a gusto, ya no salía del escenario a descansar, sino que se sentaba en la silla de los cantaores para escucharlos y respirar, miraba al publico y se reía, era como ver a un niño chico en el patio de su casa.
Farruquito, es un artista especial. Baila y sentencia, gira y te conmueve, y cerraba con unos desplantes con los que miraba y te decía…”hazlo tu” una gracia especial. Juan Manuel Fernández Montoya tiene raza, raza pura y mucha magia en un escenario. Todo era mágico, cada movimiento, brazos masculinos y elegantes, una soltura entendible en el escenario… se movía de un lado a otro si que te dieras apenas cuenta. Unos pies como los martillos que golpean a los yunques en las fraguan antiguas. Ancestral.
Manda mucho, dentro y fuera, y se notaba, pero lo hacía con simpatía y gustaba;bailó lo que le dio la gana por que se lo consentimos, y es que ver a este gitano con traje de chaqueta a medida sobrio y soberbio merece la pena haga lo que haga. Nunca defrauda.
Sus movimientos parecían mas improvisados que marcados anteriormente. El cuerpo de baile compuesto por los hombre de la familia y otras dos bailaoras parecía algo mas medido y coreografiado, por la saga farruco y su sello, ya que las mujeres a veces exaltaban demasiado su masculinidad. Me hubiese gustado ver mas manos y mas caderas, pero por otro lado, yo solo tenia ojos para él.
No se sale del compás, lo vuelve y lo revuelve, se pelea con su mismo cuerpo para llegar a transmitir ese duende que lo llama y seduce y el se deja llevar… Podríamos pensar que es imposible que se invente y reinvente tantas veces en el escenario si fuese otro, pero él hace lo quiere solo con pensarlo, por eso es especial.
Me imaginaba su olor, hace unos años me lo crucé en una circunstancia de casualidad y olía a menta y canela. Menta de cerca, canela de lejos. Y pensé que ese día olería igual, como a mi me gusta. No me decepcionó como siempre. Lo respetare como nunca. Porque lo dice con la mirada, te mira y es todo, atraviesa en hondo y en oscuro y nunca sabes que sentir. Es una sensación extraña, es como cuando admiras tanto a algo o alguien que te enamoras. Porque para enamorarse siempre es necesario admirar.
Este hombre, volverá a pasar por mi vida, no me arrepentiré de no haber visto a su abuelo ni conocerlo, porque está él, lleva su esencia… lleva una herencia innata dentro de su corazón. Y yo lo guardo dentro del mío.
A ese gitano con olor a menta y canela, inmenso y mágico como el mismo universo.
A Farruquito, vamos maestro… y gracias.
Aguardábamos que apagaran las luces, mientras observábamos como el auditorio se llenaba hasta la bandera para ver a un maestro, al heredero encargado de perpetuar su estirpe. Se escuchaban detrás del telón el sonido de zapateados calentando, nervios y mas nervios.
Se abre el telón, el cuadro de música de acompañamiento era bastante sencillo: piano, violín, guitarra, percusión, dos voces masculinas y dos femeninas. No había nada mas allá. Sale a escena su primo "Barullo", y la gente jalea. Se esperaba. Reaccionaron de la misma forma cuando salió su hermano pequeño "Farru".
Llega el momento, nadie sabe por donde sale ni por donde entra, lo hizo por la primera calle del escenario, pegado a la primera fila, se me acelera el corazón. Allí estaba, frente a mi, se acercó al borde del tablao para saludar, no podía estar pendiente de otra cosa que no fuera él. Aún me acuerdo y se me saltan las lágrimas… solo pude decir con los labios entre abiertos: “vamos maestro” y él con la mano en el corazón marcando el compás se le podían leer los labios, como decían… GRACIAS.
El espectáculo no era nada como se esperaba según el programa, si era como los que lo conocen se imaginaban. No hubo seguiríya, hubo bulerías. No hubo fandangos, solo casi al final. No hubo sevillanas, otra vez bulerías. Mientras transcurría el tiempo se le veía cómodo y a gusto, ya no salía del escenario a descansar, sino que se sentaba en la silla de los cantaores para escucharlos y respirar, miraba al publico y se reía, era como ver a un niño chico en el patio de su casa.
Farruquito, es un artista especial. Baila y sentencia, gira y te conmueve, y cerraba con unos desplantes con los que miraba y te decía…”hazlo tu” una gracia especial. Juan Manuel Fernández Montoya tiene raza, raza pura y mucha magia en un escenario. Todo era mágico, cada movimiento, brazos masculinos y elegantes, una soltura entendible en el escenario… se movía de un lado a otro si que te dieras apenas cuenta. Unos pies como los martillos que golpean a los yunques en las fraguan antiguas. Ancestral.
Manda mucho, dentro y fuera, y se notaba, pero lo hacía con simpatía y gustaba;bailó lo que le dio la gana por que se lo consentimos, y es que ver a este gitano con traje de chaqueta a medida sobrio y soberbio merece la pena haga lo que haga. Nunca defrauda.
Sus movimientos parecían mas improvisados que marcados anteriormente. El cuerpo de baile compuesto por los hombre de la familia y otras dos bailaoras parecía algo mas medido y coreografiado, por la saga farruco y su sello, ya que las mujeres a veces exaltaban demasiado su masculinidad. Me hubiese gustado ver mas manos y mas caderas, pero por otro lado, yo solo tenia ojos para él.
No se sale del compás, lo vuelve y lo revuelve, se pelea con su mismo cuerpo para llegar a transmitir ese duende que lo llama y seduce y el se deja llevar… Podríamos pensar que es imposible que se invente y reinvente tantas veces en el escenario si fuese otro, pero él hace lo quiere solo con pensarlo, por eso es especial.
Me imaginaba su olor, hace unos años me lo crucé en una circunstancia de casualidad y olía a menta y canela. Menta de cerca, canela de lejos. Y pensé que ese día olería igual, como a mi me gusta. No me decepcionó como siempre. Lo respetare como nunca. Porque lo dice con la mirada, te mira y es todo, atraviesa en hondo y en oscuro y nunca sabes que sentir. Es una sensación extraña, es como cuando admiras tanto a algo o alguien que te enamoras. Porque para enamorarse siempre es necesario admirar.
Este hombre, volverá a pasar por mi vida, no me arrepentiré de no haber visto a su abuelo ni conocerlo, porque está él, lleva su esencia… lleva una herencia innata dentro de su corazón. Y yo lo guardo dentro del mío.
A ese gitano con olor a menta y canela, inmenso y mágico como el mismo universo.
A Farruquito, vamos maestro… y gracias.
No es necesario entenderte para sentirte. |
Que bonito!
ResponderEliminarbuen post :)
Mil gracias!!
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