Ocurrió hace siglos, cientos de años…más de los que te puedes llegar a imaginar… Según
cuentan, en algún lugar de las tierras de Andalucía, en uno de esos
rincones tan bellos ocurrió algo de lo cual hoy obtenemos su fruto… Una
persona de la que nadie recuerda su rostro fue casa por casa, por todo
el sur de España pregonando una muerte. La muerte acechaba a un
habitante de esta tierra y eso ponía en peligro toda una cultura
musical.
Pasó por la casa de la TONÁ, y ésta avisó a la CAÑA, prima del POLO, hermana de la DEBLA, el MARTINETE, la SAETA y la CARCELERA. Se presentó también en la sobria casa de la SEGUIRIYA, que llamó a la LIVIANA, la SERRANA, a la bella SOLEÁ, a las ROMERAS y a sus primas las ALEGRÍAS, las CANTIÑAS, el MIRABRÁS, los CARACOLES y sus parientas las inquietas BULERÍAS. Tuvo que andar y recorrer mas kilómetros para encontrar la casa del FANDANGO, ponerse en contacto con la MALAGUEÑA, la GRANAÍNA, la MURCIANA y su vecina la CARTAGENERA, la RONDEÑA y por supuesto el VERDIAL. Y así un largo viaje, en busca del hogar del TANGO, el TIENTO, la NANA, el JALEO, la ZAMBRA; la PETENERA, la ALBOREÁ, y de paso la FARRUCA y la PETENERA. Entre la ida y la vuelta por todos los lugares pudo encontrar a la GUAJIRA, la MILONGA, la VIDALITA y la COLOMBIANA.
Esta persona que nadie recuerda su rostro, ni tan siquiera si era humano llevó el mismo mensaje a todos: “ el duende se muere”. Era una terrible noticia; el Gran Duende, ése que a veces pasaba por sus casas, aquel que siempre era bienvenido y adorado por todos pese al gran misterio que le envolvía estaba agonizando. Se reunieron para pensar qué podían hacer para que sobreviviera y esa chispa no dejara de alumbrarlos porque si él moría, todos dejarían de existir…
La Bulería, tan alegre como siempre dijo:
- si el Duende muere… ¿qué será de mí? ¿ me volveré tan pesada como la Soleá?
La Seguiriya saltó y le contestó:
- ¡Hay que hacer lo único que se nos da bien!
La Minera preguntó:
- ¿Y qué es eso que sabemos hacer bien?
La Toná tan fría y seca dijo:
- Pues tu Minera, vete a las minas, baja a las galeras con los mineros y ponte en su garganta, y que te echen al viento entre oscuros pasadizos.
La Soleá continuó:
- El Duende debe oírnos, escucharnos a todos, es la única forma que tenemos de salvarlo, dándole fuerza de esta manera para que pronto podamos sentirlo en las gargantas de los cantaores, las manos de los tocaores y en el cuerpo de los que bailan a nuestro son.
Parece que el ultimátum de la Toná, con la ayuda de la Soleá, que eran de las más maduras de la reunión había sido entendido, y cada uno se fue a hacer su labor.
La Saeta se fue a las iglesias, orientada por el sonido de las campanas. La Carcelera se fue a la cárcel en busca de presos que la necesitaran. La Nana se metió en el oído de los bebés que buscaban soñar… el Martinete volvió a las fraguas, la Trilla partió con su familia al campo…cada uno iba encontrando su sitio… la Malagueña a Málaga, la Granaína y su hija la media Granaína a su natal y hermosa Granada, la Cartagenera a Cartagena… Las tabernas se llenaron de Bulerías, Jaleos, Alegrías, Tangos, Fandangos… la Alboreá en busca de bodas… y así cada uno hizo su trabajo… una misión nada fácil. Nadie sabía donde habitaba el Duende pero en cualquier momento podía aparecer sin previo aviso. Pasaron días, meses, años…nadie sabe el tiempo que fue necesario pero poco a poco el Duende se recuperaba y se dejaba ver entre las sombras de las callejuelas, en algún café o taberna, en las ventas de los caminos, en las fiestas, en cárceles, minas, fraguas…
El Duende volvió a vivir, y hasta hoy hay relatos y testigos de que sigue existiendo, sigue y continúa entre nosotros. Aparece ante mis ojos, ante los tuyos… Gracias a aquel hecho, a aquel mal presagio que nunca sucedió, hoy disfrutamos de su encanto en forma de palos. Aquel que avisó de que el Duende fallecía no era otro que él… el que me da vida… el que te la da a ti… El que a veces no pone la piel de gallina o nos deja los ojos empañados… era el FLAMENCO.
Pasó por la casa de la TONÁ, y ésta avisó a la CAÑA, prima del POLO, hermana de la DEBLA, el MARTINETE, la SAETA y la CARCELERA. Se presentó también en la sobria casa de la SEGUIRIYA, que llamó a la LIVIANA, la SERRANA, a la bella SOLEÁ, a las ROMERAS y a sus primas las ALEGRÍAS, las CANTIÑAS, el MIRABRÁS, los CARACOLES y sus parientas las inquietas BULERÍAS. Tuvo que andar y recorrer mas kilómetros para encontrar la casa del FANDANGO, ponerse en contacto con la MALAGUEÑA, la GRANAÍNA, la MURCIANA y su vecina la CARTAGENERA, la RONDEÑA y por supuesto el VERDIAL. Y así un largo viaje, en busca del hogar del TANGO, el TIENTO, la NANA, el JALEO, la ZAMBRA; la PETENERA, la ALBOREÁ, y de paso la FARRUCA y la PETENERA. Entre la ida y la vuelta por todos los lugares pudo encontrar a la GUAJIRA, la MILONGA, la VIDALITA y la COLOMBIANA.
Esta persona que nadie recuerda su rostro, ni tan siquiera si era humano llevó el mismo mensaje a todos: “ el duende se muere”. Era una terrible noticia; el Gran Duende, ése que a veces pasaba por sus casas, aquel que siempre era bienvenido y adorado por todos pese al gran misterio que le envolvía estaba agonizando. Se reunieron para pensar qué podían hacer para que sobreviviera y esa chispa no dejara de alumbrarlos porque si él moría, todos dejarían de existir…
La Bulería, tan alegre como siempre dijo:
- si el Duende muere… ¿qué será de mí? ¿ me volveré tan pesada como la Soleá?
La Seguiriya saltó y le contestó:
- ¡Hay que hacer lo único que se nos da bien!
La Minera preguntó:
- ¿Y qué es eso que sabemos hacer bien?
La Toná tan fría y seca dijo:
- Pues tu Minera, vete a las minas, baja a las galeras con los mineros y ponte en su garganta, y que te echen al viento entre oscuros pasadizos.
La Soleá continuó:
- El Duende debe oírnos, escucharnos a todos, es la única forma que tenemos de salvarlo, dándole fuerza de esta manera para que pronto podamos sentirlo en las gargantas de los cantaores, las manos de los tocaores y en el cuerpo de los que bailan a nuestro son.
Parece que el ultimátum de la Toná, con la ayuda de la Soleá, que eran de las más maduras de la reunión había sido entendido, y cada uno se fue a hacer su labor.
La Saeta se fue a las iglesias, orientada por el sonido de las campanas. La Carcelera se fue a la cárcel en busca de presos que la necesitaran. La Nana se metió en el oído de los bebés que buscaban soñar… el Martinete volvió a las fraguas, la Trilla partió con su familia al campo…cada uno iba encontrando su sitio… la Malagueña a Málaga, la Granaína y su hija la media Granaína a su natal y hermosa Granada, la Cartagenera a Cartagena… Las tabernas se llenaron de Bulerías, Jaleos, Alegrías, Tangos, Fandangos… la Alboreá en busca de bodas… y así cada uno hizo su trabajo… una misión nada fácil. Nadie sabía donde habitaba el Duende pero en cualquier momento podía aparecer sin previo aviso. Pasaron días, meses, años…nadie sabe el tiempo que fue necesario pero poco a poco el Duende se recuperaba y se dejaba ver entre las sombras de las callejuelas, en algún café o taberna, en las ventas de los caminos, en las fiestas, en cárceles, minas, fraguas…
El Duende volvió a vivir, y hasta hoy hay relatos y testigos de que sigue existiendo, sigue y continúa entre nosotros. Aparece ante mis ojos, ante los tuyos… Gracias a aquel hecho, a aquel mal presagio que nunca sucedió, hoy disfrutamos de su encanto en forma de palos. Aquel que avisó de que el Duende fallecía no era otro que él… el que me da vida… el que te la da a ti… El que a veces no pone la piel de gallina o nos deja los ojos empañados… era el FLAMENCO.
Muy lindo, niña. Y, además, cierto.
ResponderEliminarMe alegro que te guste Andres!! de verdad, que gracias por leerlo!! Un abrazo flamenco!
ResponderEliminarMe he encantado. GRACIAS!
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