27 de noviembre de 2012

Un año más no es un año cualquiera...


Hoy podría escribir de mil cosas, este mes nunca me decepciona, para estas fechas en las que he cumplido años siempre me gusta hacer algo para recordarlo. El año anterior me tatué una rueda de carro en la espalda, que me lleva y me trae flamenco, que me hace libre. Este año decidí pasearla por la Ciudad Condal, viendo arte y soñando unos días.

Me he traído muchos recuerdos, que me hacen crecer y reír.
Recuerdo como se anulaba la actuación de Farruco y el Carpeta el día de antes, pero ya no había vuelta atrás.
Como una gran amiga y compañera se preocupaba porque viera flamenco y me invitaba al tablao Cordobés, por mi cumple y por mi esfuerzo en hacer que este arte llegue lo más lejos posible. Gracias mil.

Me acuerdo de como llegaba al hotel y sentía pánico del ascensor.
Como me asignaban la planta más alta y mi pánico iba a más.
Como esperaba fumándome un cigarro y me estampaban un beso sincero.
Como paseaba por la rambla y me cogían de la cintura, para que me sintiera segura.
Como hablaba sin parar y reía, y reían conmigo también.
Como la buena compañía traspasaba los límites establecidos y lo políticamente correcto.
Como era todo, tal cual imaginé y me hacían sentir en casa.
Como las casualidades ocurren por algo, y al contrario de pasar un mal rato disfrutaba entre palmas y letras flamencas.

Existe un tipo de arte natural, que no se puede esconder, que es espontáneo y sale de dentro; lo mejor de esto es que te dejen formar parte de él aunque sea un segundo, un soplo, un pestañeo y que se haga un hueco en tu piel, o te la traspase más adentro.

Recuerdo como me despertaba por la mañanas con un arte que desprendía calor, como si siempre hubiese estado caminando a mi lado.
Como era tener la sensación de encontrarme con desconocidos pero sin embargo, nos conocíamos muy bien.
Como me dejaba llevar y disfrutaba del momento sin importarme nada más que una media sonrisa.
Como sentía ese placer de besar su nuca, haciéndome un hueco con mi nariz entre su pelo para encontrar su piel.
Como una mirada significaba tanto y a veces hablar era innecesario.
Como se contradecían los gestos con los palabras.
Como dejaba que el teléfono sonara y sonara porque no necesitaba a nadie ni nada más que lo que ya tenía.
Como odiaba lo que me decía el silencio.
Como de repente te leen la mente y no te asusta, te relaja.
Como era estar duchándote y no sentir el agua.
Y de los recuerdos más especiales... como apagar la luz para dormir y sentir que te acarician la rueda del carro tatuada, con trece radios exactos, y te recorre un escalofrío agradable.


Respiro tranquila, duermo, asumo, sonrío, asimilo, valoro... Mientras guardo la caja de momentos y recuerdos de estos días, que marcan un año más en mi vida. Solo la guardo, pero no la cierro. Porque no tengo la llave...

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