5 de septiembre de 2013

D. ANTONIO MAIRENA: El calor de mis recuerdos


Ya estamos en Septiembre, ese mes que a todos nos desconcierta de alguna manera, sea por unas cosas u otras. Es el mes de Antonio Cruz García, que nació y falleció en Septiembre. Siempre fue un cantaor polémico, sobre todo después de su muerte, pues pocos se atrevían a implorarlo en vida.

Antonio Mairena fue un cantaor de los grandes, gitano, flamenco, de los que entendían el arte y lo estudiaban. Gran defensor del cante gitano de la Baja Andalucía, de tonás, soleares, seguiriyas, romances, bulerías o martinetes. Era recio y antiguo. No tenía las genialidades como Manolo Caracol, no era infinito como Pastora, ni tan oscuro como Manuel Torre; pero ha sido uno de los cantaores más completos del siglo pasado, por no decir, el más completo. Sé que a muchos su cante les decía poco, que no transmitía, que era frío y todo lo medía. Yo acepto todas las opiniones y busco el equilibrio, creo que es un artista del que se puede aprender sin duda, y lo que el corazón te mande ya es otra cosa.

También admiró a Juan Talega, a Joaquín el de la Paula, a Carmen Amaya o a los Pavones. Fue de sitio en sitio buscando la esencia del cante, aprendiendo y grabando, y ahora somos herederos de un legado que, en mayor o menor medida, nos sirve; a unos más que a otros. Hay que agradecérselo, porque es de bien nacido ser agradecido.

El título de este texto está claro, así llamó a su última grabación en vida. Podría contar miles de anécdotas del reconocido cantaor, su viaje a Ceuta en barco con otros artistas, su exilio obligado por un tiempo, su rivalidad con otros cantaores, sus detractores, sus seguidores, pero eso cualquier aficionado lo conoce. A Antonio Mairena le gustaba escribir, como a mí, aunque yo no creo que publique un mísero libro. Tendría algún tipo de sensibilidad cuando lo hacía, tendría un corazón latiendo palabras que tenía que sacar fuera. Me gusta pensar así, porqué no.

A la orilla del Guadalquivir
Yo conozco quizá una historia de su vida que no creo que muchas personas la conozcan, porque sin duda no es nada relevante. El Maestro de los Alcores paró una mañana en mi pueblo a tomar café, fue un fin de semana del año 1974 y yo no había nacido. Pero mi padre frecuentaba ese bar porque es el más cercano a casa, y a Mairena nadie lo conoció excepto él. Subió la calle corriendo asustando a mi madre, cogió a mi hermana mayor en brazos que apenas tenía 2 años y se la llevó a Antonio. Amablemente la tomó en sus brazos, le dio un beso y compartió con mi padre el café para continuar su camino a La Unión. Esa es la historia más cercana que me han transmitido de él, su parada aquí, en Los Rosales, que aún existe. Todo el mundo recuerda cuando Carmen Amaya repostó aquí, pero nadie sabe que Antonio Mairena también, qué cosas tiene la vida. Hoy, con motivo del aniversario de su muerte me apetecía contarlo, Antonio Mairena dio vida a mi casa cuando estaba muerta, y hoy, si yo pudiera le daría vida a él.

Este es el calor de mis recuerdos para Antonio Mairena, que tenga la gloria que se ganó en sus años de vida, por su existencia y su legado.

Feliz Septiembre a todos, flamencos. Ya queda menos para ser más felices.

6 comentarios:

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    1. Gracias Andrés, siempre es un placer que me leas, mucho más que te guste. Un abrazo.

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  2. Qué bien escribes carallo, se entiende todo más bien que la mar. Qué envidia.
    Mairena, el cantaor, era un titán, a pesar de que su legado ideológico haya acabado desfigurando el pasado. Puritica dictadura. Penso eu.
    Un abrazo

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    1. Gracias Faustino, cierto es que en cierta manera los "mairenistas" han desvirtuado un poco el propósito del maestro de los alcores. Cosas que pasan. Un abrazo, esta es tu casa.

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  3. Sencilla y bonita historia. Un saludo desde Mairena y ojalá te vuelva a visitar un angel.

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    1. Gracias Eusebio!! bonita tierra la tuya, llena de ecos. Un placer tenerte por aquí, saludos flamencos!!

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